Un
Verde Profundo.
Una luz
penetrante acariciaba las hojas de los frondosos habitantes del bosque.
Impregnado de rocío de la mañana, sobrecargado el ambiente de bruma fresca. Mi
espalda apoyada sobre el viejo parlante, el contador de sueños, el milenario
sabedor de historias, me acoge sin protestar.
Sonidos
apaciguadores, embaucadores, crujir de ramas, bailes de hojas y viento, cantos
de pájaros, roedores haciendo acopio de sus alimentos, las hojas caen tiñen el
marrón dorado, otoño.
Entre
tanto aún los perennes macizos nos rodean de múltiples tonalidades de verde,
los brillantes translúcidos
zarandeados
por los rayos solares. Corre el amarillo y termina en el verde profundo, donde
no llegan ni si quiera esos potentes haces de luz natural.
La
espalda me advierte, con un recorrido escalofriante, que morfeo me atrapó,
tarde se me hizo en el bosque profundo, llegando a perder la noción del tiempo,
o es aún peor, la noción colorista. La belleza verde y el amarillo brillante
adornado de marrones dorados se han vuelto grises.
El
gris se adueña del paisaje, para cada vez más profundamente enterrarme en la
máxima oscuridad. Parece que estamos tras una erupción maldita que hubiera
esparcido las miles de partículas cenizas, mas y tenemos suerte, no aumentó la
temperatura hasta terminar con nuestra existencia.
Es
simplemente, o no tan simple, que la compañera de la noche, la oscuridad,
atrapó nuestros
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