El
sonido no es sólo un alterado movimiento de nuestros resortes auditivos. Es una
vibración extraña en nuestro estómago, por ello somos capaces de percibir las
sensaciones del tic-tac sin tener que agudizar el oído.
El frío
en el rostro podemos lograr sentirlo sin mirar en la dirección que las ráfagas
nos muestran las abolladuras hechas en el lecho del río tras la caída del árbol
en su pereza por vivir.
El aroma dejado por la flor
tras su recorrido entre el parterre y el jarrón impregna el sendero. Vemos el
surco dejado en las cutículas de nuestro ser. El erizado de nuestra cubierta al
notar la penetración de las partículas cargadas de alucinaciones. Todo normal
nos diremos, pues no profundizamos.
Tersura
detectada al tiento, al posar las manos sobre el agua helada, queremos
atraparla pero no nos deja. Cómo ahora que quiero no me dejas, después cuando
me dejas no quiero. Juego de coge y suelta, tiento el aire que te rodea y noto
la distancia del aire cálido, del embriagador desenlace.
Sol
calienta, abraza y dirime de culpas al necesitado de calidez. Abrasa a quien
delicada cutícula proyecta en el enfrentamiento cegado por la temporalidad
insistente. Mas una pequeña loción evitará males mayores, dejando paso al
invierno.
El ahora
importante sin igual, despeja el transpuesto ayer o hace rato, porque no se
solventará el cambio producido.
Lo haré
mejor, nos diremos. Pero quién sabe quién estará.
Presente,
ahora, en este momento, ya , seguro que el toro puede pasar. Pero el que pasó o
no te permitió pensar o actuar o dejaste, sea por miedo o por pereza o por no
haber sabido o por lo que sea. Y dirás pero el siguiente, o el otro
o el mañana o después de este. No, que nO. El ahora, el silencio o el ruido, la
casa o la intemperie, la vida o la muerte, pero no el transcurso pues ese es
obligado.
Hemos de
disipar las posibles dudas atormentadas, es tiempo, es silencio, es Ahora.
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