El Ladrón de Espíritus de
Reloj.
El minutero corría, su
velocidad lo atrapaba sin poder escapar. Se dispuso a acabar con aquella
desazón. No podía permitir que el fatídico reloj, descansara la espada de
Damocles sobre su cuello, tal como la propia pendía de un pelo de crin de
caballo. Reloj al levantarse, al entrar en el trabajo, una relojería. A la hora
de comer, a la hora del descanso, del café, del noticiario, del paseo, de la
recogida, de dormir, de…
Se dijo acabaré con él. Se
dispuso a saltear todos los corazones de relojes hasta quitarles a todos, su
alma. Además se decía, para ello tengo el conocimiento adquirido en mi dilatada
y experimentada carrera como destripador y montador de máquinas contadoras de
mentiras, el tiempo.
Pasaban los días, y reloj
que encontraba, reloj que dejaba de latir, como él se decía. A sabiendas que no
son iguales los corazones.
No existían relojes, pero la
costumbre les había alienado tanto la mente que apenas variaba la rutina. Más
de lo mismo todos los días. Se dijo, esa no es la solución.
Libros de construcciones de
relojes, espíritus enclavados en el tiempo inmemorial del hombre. Investigará
el quebradero éste. Eliminaré todos los libros jaulas del conocimiento. Y la inmensidad
de la masa humana latirá por sí misma. Cada uno se levantará cuando quiera, se
acostará cuando quiera y joderá cuando quiera, sin mirar la hora del sábado,
religiosidad?.
Dispúsose el sol al
amanecer, el gallo cantó, los pájaros imitaron y todos se levantaron.
Camino del lugar de los
entuertos se fijó en sus manos…
Marcados por siempre se
encontró el tiempo, imaginado en cruces matemáticas, en poleas dentadas y en
espíritus de muelles de láminas, cuarzo y otros cachivaches.
Agachó la cabeza, pensó.
Pobre de la humanidad, difícil tiene el escapar a la carrera que se dispuso al
inventar la forma de hacer noche al día y esclarecer la tranquilidad opaca del
descanso.
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