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lunes, 17 de diciembre de 2012

Aquí está…


Aquí está…

Tomando la rosa con dedos diminutos, frágiles, dóciles y en frente espinas protectoras, afiladas esquirlas de cristal púrpura que viven para vivir, y tú empecinada en tomar lo prohibido.
Serpenteas y divagas entre roces y ungüentos a la caza del adagio de exquisitez, sin atender a su valía.
Si duele, soslayas tu sensación, ciega de brío lechoso.
Niegas la lesión, niegas la longanimidad, y sonríes en ternura grácil de belfos en jardín primaveral, brillo irrebatible.
Siempre corto él, bello y colmado de luz, día frente al taciturno sombrajo repleto de negritud, tormento de vivos y vida de fantasmas, de espumajos enfebrecidos.
Liberados de conciencia religiosa, tras saber que murió el cordero, cayó el pedestal de idolatrado becerro que calló a la muchedumbre. Entregados a la grandeza de vivir.
Tómalo, no pienses en lo poco dado, sino en lo mucho por lograrse.
Tómalo, es todo tuyo, este pequeño obsequio, mi pecho. Servirte quiere para poder alojar tus secretos, tus tintas posadas sobre hojas de laurel, loadas en manglares de asueto inmarcesible.
 Gotas de rocío capturadas en el tamiz del pliegue de tus senos. Déjalos recorrer para que tomen la calidez del lecho recorrido de lavas de volcán que entretejes en tu interior.
La brisa coloreada en la caída de la tarde, tintada de cobriza presencia de luces decadentes proyectadas en un rostro anhelante de miradas,
 que sepan vestir la desnudez del solitario lobo estepario, que mira a su presa con la religiosidad sapiente de ser alimento, apesadumbrado por  la caída en sus garras.
Emblemático equilibrio otorgado entre los cielos y el horizonte helado para apaciguar los rencores detraídos de las contiendas de humanos cegados.
Aquí me tienes sabe decir el entregado ante la receptiva mirada de quien se sabe deseado.

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