Aquí
está…
Tomando
la rosa con dedos diminutos, frágiles, dóciles y en frente espinas protectoras,
afiladas esquirlas de cristal púrpura que viven para vivir, y tú empecinada en
tomar lo prohibido.
Serpenteas y divagas entre
roces y ungüentos a la caza del adagio de exquisitez, sin atender a su valía.
Si
duele, soslayas tu sensación, ciega de brío lechoso.
Niegas
la lesión, niegas la longanimidad, y sonríes en ternura grácil de belfos en
jardín primaveral, brillo irrebatible.
Siempre
corto él, bello y colmado de luz, día frente al taciturno sombrajo repleto de
negritud, tormento de vivos y vida de fantasmas, de espumajos enfebrecidos.
Liberados de conciencia
religiosa, tras saber que murió el cordero, cayó el pedestal de idolatrado
becerro que calló a la muchedumbre. Entregados a la grandeza de vivir.
Tómalo,
no pienses en lo poco dado, sino en lo mucho por lograrse.
Tómalo,
es todo tuyo, este pequeño obsequio, mi pecho. Servirte quiere para poder
alojar tus secretos, tus tintas posadas sobre hojas de laurel, loadas en
manglares de asueto inmarcesible.
Gotas
de rocío capturadas en el tamiz del pliegue de tus senos. Déjalos recorrer para
que tomen la calidez del lecho recorrido de lavas de volcán que entretejes en
tu interior.
La brisa
coloreada en la caída de la tarde, tintada de cobriza presencia de luces
decadentes proyectadas en un rostro anhelante de miradas,
que sepan vestir la
desnudez del solitario lobo estepario, que mira a su presa con la religiosidad
sapiente de ser alimento, apesadumbrado por la caída en sus garras.
Emblemático
equilibrio otorgado entre los cielos y el horizonte helado para apaciguar los
rencores detraídos de las contiendas de humanos cegados.
Aquí me
tienes sabe decir el entregado ante la receptiva mirada de quien se sabe
deseado.
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