Léeme
la Mente…
Una
canoa abandonada cercana a una orilla, una soledad sin entendimiento, un
desatino en la barra de un bar, una voz más alta que otra, entre músicas
discordantes. Luces de neón, que acristalan el brillo de épocas comerciales,
entre tantos pensamientos disgregados, persecuciones erróneas, impagos
de deudas premeditadas.
Culpamos
a los camellos de que nos enganchemos al consumo de joroba, pero nadie culpa a
los engendradores de deudas, a los sádicos capitalistas que hunden el estado
del bienestar tan costoso de montar. A ellos nadie culpa como los verdaderos
camellos, que engancharon a miles y miles de seres en deudas impagables.
Esclavizados de por vida, arruinados y prostituidos o colgados de una soga
sobre un cuello inmerecido.
Léeme la mente, sólo te digo
lo que deseas que te digan pero nadie se atreve a pensar si quiera, por si a
caso las nuevas tecnologías son capaces de leer pensamientos. Nunca se sabe, te
encienden la webcam desde distancias remotas y te detallan las penurias de tu
cueva.
Cuadros
de campos enmarcados, de girasoles devaluados porque la compañía de sellos se
fue al garete, o las tendencias de petroleras deciden o no, si las renovables
se pueden renovar o no.
Y es que
nada de los pájaros de papel queda que vuele, sus alas se mancharon de pesado
lastre. Sueños guardados entre terrazas de adosados de noventa y tantos metros,
eso sí, en tres plantas y mascota incluida, y pídete para el auto, que sólo
tiene la treintena empezada, y además podéis trabajar los dos para mí…promesa
oída por los subconscientes de los inconscientes que se amordazaron
voluntariamente, dicen, pues eran mayores de edad. Cosa que el drogata no es,
pues es un enfermo, pues claro.
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