Clásicos
…Levántate.
Estirpe
noble la que deambula en los conductos sanguíneos de la fiera dormida. Otorga
el beneficio de la duda a todos los mortales. Deja que piensen, instiga o mejor
aún, enseña a pensar. Utiliza su vivencia como acicate para soliviantar a los
otros. No deja translucir sus pensamientos, pues el que porta la piedra
preciosa sabe de su sinceridad.
Paciente en aletargado
transcurrir de los momentos y de las circunstancias. Deja a los enemigos pasar,
cuando a sus vástagos no se arriman. Siempre alerta. Daría el zarpazo mortal al
que ose invadir el círculo propio.
Entonces
insufla fuerza en sus ocultas fauces felinas, en su hipnótico caminar. Fiera
donde las haya se convertirá. Hará pagar a quien no tenga la nobleza de
suplicar perdón.
Se
levanta de una y mil caídas, de un salto. Donde nadie daba un mendrugo,
encontrará la bandeja llena. Y habrá de pagar la apuesta que sobre la mesa
puso, en su osadía de no templar la palabra del que nunca miente, sin indicios
siquiera, sólo por desfachatez y olvido de su olor a ciénaga.
Que
pague…es su sino, él se lo buscó.
Entre
tanto las líneas innatas de la piel de la fiera siguen enseñando las huellas
dactilares que nos diferencian a todos. Ninguno somos iguales.
El ojo
sabedor del más allá de una simple mirada. Al igual que hoy podemos observar
con las nuevas cámaras de sensibilidad térmica y conocer la respiración
acompasada de las víctimas y de los verdugos. Atilda la retina y podrás
escuchar sonidos que bailan al son de la melodía que te toco.
Entre
tanto me apoyo en el báculo que me permite caminar, en compañía de mi águila
vigilante y mi sabia rutilante doncella de los suelos, madre de las criaturas
del averno.
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