Recompensado…
Un mundo
material. Un hombre materialista. Una sociedad, paquidérmica. Elefantiásica, sí
pero con derecho a estética. Interiormente somos mejores que los neandertales.
Esos homínidos carentes de sensibilidad, dicen. Más cercanos, zoológicamente
hablando, con los animales que con nosotros.
Ellos
mataban a sus coetáneos de un fuerte leñazo para alimentarse. En cambio
nosotros hemos evolucionado. Hemos creado las más sofisticadas técnicas de
tortura emocional. Hemos hecho todo un compendio de normas para eliminarnos los
unos a los otros, eso sí, gracias a la legalidad para matar o dejar matarse.
Leyes y leyes, letras rígidas para poder donar partes de otro ser por el hecho
de ser los legalmente designados para ello. En cambio ese mismo no puede ser
quien decida si se le extrae la semilla de vida para auto inseminarse y poder
llevarse el mejor recuerdo de tu ser más querido, o sea un hijo.

Entre
tanto te extirpo tus órganos porque lo decidí, tras una mufla de engaños y
buenas palabras. Gran manejo de la retórica de sentimientos en momentos
delicados y zas, ya está, firma.
Se
acabaron los eternos días de la engorrosa diálisis. Ya lleváis mejor vuestros
días, brillan mucho mejor con sus riñones.
Esas
bellas córneas, que tanto me miraron.

Me queda
la belleza en mi retina, la sonrisa de tu rostro, incluso en los peores
momentos.
Mi
recompensa se despliega en otros seres. Mi recompensa es que sigues vivo en
otros seres.
Te siento palpitar en las cercanías de este mundo.
Recompensado…
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