Ponte en mi lugar.
Ponte en
mi lugar, te diré. Ya sé que tú no eres cursi. Tú no haces cursilerías. Tú
nunca le dirás te quiero en público. Jamás besarás sus labios delante de todos.
Imposible imaginar darte un morreo en un banco del parque. No, tú nunca lo
harías.
Tú
mirarás a la pareja que pasea de la mano, y criticarás en público.
Soliviantarás el aire con tus despotricadas escenas cuando veas a una pareja
juguetear y restregarse en el césped del parque. Sí, como tú pensabas que nunca
se podría hacer.
Llegarás
a su cercanía y les mirarás, y te urgirá insultarles, y casi denunciarles,
hasta provocar la risa del agente.
Y
llegarás a la orilla del río. Y comenzarás a recordar…pero no te dejarán, pues
jóvenes de todas las edades, pues la juventud vive en el alma de los hombres,
no en los calendarios; estarán bañándose en el río aquel, algunos hasta
desnudos, algunos hasta vestidos, otros como les da la gana. Y tú dejarás de
recordar, y volverás a increpar a quien envidias. Sí, envidias. Pues ves en
ello lo que quieres ser, como deseas estar. Echas de menos la oportunidad, el
barco que viste pasar una y tantas veces y no te atreviste a tomar. Donde ella
mirándote esperaba tu llamada.
Ella siempre anhelante de
tus roces. Sus ojos brillaban al saberse observada por ti. Tú, deseoso de
tomarla, de soñarla, de quererla abrazar, de dar rienda suelta a vuestra
imaginación, a vuestras ganas de vivir. Igual que la de ellos ahora.
Simplemente envidias a quien es feliz.
Escuchas
el susurro del río, de sus chapoteos contra las orillas. Te hacen recordar, te
rememoran los momentos del pudiste y no quisiste, no te arriesgaste a un no.
Algo que ya tenías. Ahora tu rabia te hace encrespar al ver a los otros
disfrutar de tu parque, de tu río, de vuestro parque, de vuestro río, de
vuestras ansias.
No fuisteis capaces de
lanzaros en pos de vuestro amor. Algo tan sencillo como dejaros llevar por la
naturaleza, por el qué dirán. El qué dirán no existe.
El
transcurso de los años. El semblante del río, ha cambiado, te dices. Después en
un remanso del río, te reflejas…No, el que ha cambiado soy yo…
Levantas
la mirada, la ves…no puede ser es ella, sí, es ella. Y está sola. Quizás me
rechace, vuelves a temer. Y entonces te lanzas. Ella te ve llegar, asombrada.
Esperanzada, también está más lanzada. Vengo todos los años por esta época al
río. Sí, a esperarte, a que decidas a cercarte, a pedirme, a amarme…
Nadie supo que pasó. Ambos
desnudos, se vieron juntos durante todo el día, entregados a la fogosidad de
dos quinceañeros. Ambos eran de aquí cerca, ambos vivieron solos siempre, nadie
supo de ellos compañía alguna…
Nadie
los vio por donde marcharon, todos preguntaban de quien era aquella ropa, al
caer la tarde…
El río
brillaba en el ocaso de la tarde, dejando los brillos del marrón dorado que
tanta fragilidad alegre y melancólica de trazas conseguidas, aún tarde…
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