Aún
tengo el Blues…
En su
caminar, Bluesman volvió a tropezar con la intolerancia propia, dado su parte
helada, de los mismos corazones, aunque quizás esta vez encontró uno
inesperado, aún su objetividad y mirada certera le permitía suponer su
existencia, nunca hubiera deseado así fuera, encontró la inquina en el lugar
menos deseado, donde daño real provocaría en su interior, en su alma, en su
blues. Corroyéndole en sus fueros más internos.
Siempre
caminó contra el viento, pues se dice que la manera de sentirlo en nuestro
rostro, es mirando hacia él, no dándole la espalda. Siéntelo, escuchó alguna
vez, enfréntalo, te hará daño, pero también te colmará de los máximos placeres,
olores, sabores, sentimientos cargados de sensibilidad. Si le rehúyes sólo te
empujará en su dirección como con los otros.
Fue
testigo, miró, estudió, anotó todos los movimientos. Se limitó a contar la
fotografía, el collage de la vida, roces, sufrimientos, amores, desdenes,
sinsabores, rasgando su bluesguitar de vez en cuando para sazonar el aire de
lluvia salitrosa, de las puñaladas traperas, de las traiciones de los seres
ajenos, de las flores mustias deshilachadas tras un vendaval apasionado, donde
costuras débiles no dejaron construir el traje a medida, aquel lucimiento
necesario para ellos.
Las
cicatrices en su rostro, en su fuero interno, marcadas a fuego incendiario,
incrustaciones metálicas de la destrucción de puentes entre seres
irreconciliables, astillas de explosiones madereras tras huracanes, en bosque
de árboles caídos.
Historias repetidas, no por
ello menos odiadas. Todos portan la verdad, todos dicen quererla. Hasta que
aparece alguien que la cuenta, que te la dice a la frontal sutileza de tu
vanidad. Entonces ese se convierte en el loco que habla de serpientes y
águilas, que cree vivir en una caverna destrozada por el colmo de la sabiduría.
Es cuando los rincones, se llena de libros, de letras dañinas. Cuentan que
Oscar decía, que no hay libros obscenos o no, hay libros bien o mal contados,
bien o mal narrados. Quizás sea el lenguaje, que no entendemos el idioma.
La
ignorancia tiene la capacidad de atreverse, es como el aborregamiento provocado
por el dios etílico. Nos permite ser, lo que no somos despiertos. Nos da alas
flamantes, pero ícaras en el fondo. Son belleza, mas simple belleza, inútiles
para volar hacia el cielo, donde el calor irradiado por astro vengativo, las
destruirá sin esfuerzo. Sorpresa de alma transparente, entregada a la palabra,
destruida ésta por la ignominiosa ignorancia, el egoísmo, y la inopia propia de
seres injustos, inseguros, mediocres, y necesitados de idolatría para con su
egocentrismo.
El
bluesman en este caminar sintió la daga atravesar su coraza protectora. Ésta le
protegió en tantas otras ocasiones, pues su material estaba fabricada con el
ungüento en contra de los sin sangre, de los míseros seres del hábitat
terrenal.
Esta vez sin embargo
encontró un nuevo elemento, ante él nada pudo, su coraza pierde su fortaleza
ante tal hechizo. La daga se coló entre las hendiduras de sus riñones,
elevándose hacia el mismísimo interior, donde el habitáculo portador del alma
se encontraba esperando, quizás dardos de veneno benévolo, como tantas veces
fruto de dispares afrentas. Nunca mortal de necesidad. Desangrándose se
encuentra en el patio del olvido. Gota a gota, aguja a aguja, tiñe de escarlata
el camino. Fiel como siempre, una sola, su Sombra.
Y sí el lagrimear del Rey, y su bastón mágico,
arrancando las notas más dolorosas y lanzándolas al viento.
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