Erase una vez…
No
comenzó como cuento, comenzó en el asiento de un bar. Un niño, una mujer. Una
bella e inalcanzable amiga, un pequeño e inocente amigo. Unas risas, otras más,
muchas más. Confidencias antes, nunca hechas. Punzadas inexplicables al ver al
otro marchar a otro baile, quedando al sentado niño, mirando, pensando, me
debía de alegrar por ella, pero no lo hago. Me entristezco por mí. Por qué por
mí, se decía. Soy sólo su amigo, debería querer su bien, quizás no me siento
amigo, ya. Al siguiente estadio me subí, no debí hacerlo, pues de él, ella me
podrá expulsar, además con razón. Ella me contaría, largo trecho después, sus
no, sus sí pero no, sus punzadas laceradas. Un amigo, una amiga, un juego de
caballitos, un tropezón divino, sangre, dolor y lágrimas, sientes y siente,
quién rompe, paga y los trozos para casa.
Miradas,
confidencias, complicidades, conjeturas de algo que se fraguaba, sólo los
corazones los veían. Bueno, y todos los demás. Ellos se miraban, ellos no se
querían ver. Ellos eran amigos. Podrían metamorfosear esa amistad, pero las
transformaciones son alumbramientos, partos donde puede haber dolor, donde
puede aparecer la pérdida. A veces queremos cambiar al amigo, a la amiga, por
tu amor. A veces mueren los amigos en el parto. Y dejar ver como los bailes
transcurrían, y los aspirantes afinaban su puntería. Diana flotante donde
subido estaba el amigo, que podría seguir allí, pero qué seguridad tenía,
ninguna. Podría perecer en ese envite y además sufrir la pérdida total de amiga
y amante. Una luz de septiembre, como esas que comienzan a ser más cortas, puso
la señal de alarma al rojo. El triste y melancólico otoño, esperaba impaciente
para deshojar sus árboles más bellos, acortar los encuentros, comenzar a
perder.
Era ahora
o nunca, era un salto al vacío sin red. El premio merecía la pena, el riesgo de
perecer, la alternativa era perecer lentamente en agónica mirada perdida en el
horizonte. Palabras nunca tan agradecidas, como aquellas, a pesar del comienzo
titilante, el chisporroteo de una luz insegura, los estadios eran muy
distantes, podrían caer, uno al subir, otra al bajar. Decidieron arriesgar,
sembrar y esperar a ver los frutos crecer. Pasado los otoños, llegan los
inviernos. El invierno más cálido jamás soñado por él, por ella, por ellos. No
eran amigos, eran Amigos, eran Amantes, eran el Principio de una Eternidad.
Sueñan con ello, no dejarán de soñar con ello. Realidad se convertirá, luchan
día a día porque así sea.
A veces
se vacía un poco el cuenco de ella, él lo rellena. Otras, él se derrama, ella
acude presurosa a su lado y regeneran lo perdido. Parece un cuento, podría
empezar como un cuento. Erase una vez…pero decidieron que fuera una historia,
su historia, nuestra historia…
Siempre
rellenaré tus lagunas, con mi manantial.
Al igual te espero
como lluvia sanadora, cada vez que mi corazón enferme, pues es delicado como el
tuyo, los nuestros.
No son
más que palabras, pero es como mejor me sé expresar. Lo demás dejaré que la
naturaleza nos ayude, pues existe la física, existe la química, desde antes de
conocernos, como diría alguien para inmortalizar aquel encuentro con un
acantilado por testigo…
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