El Antihéroe.(I)
A ver, a
ver, como os lo describiría. Era ese muchacho sanote, lleno de inquietudes. Muy
inteligente, de esos que nacen en una familia humilde, más bien cuando
nació, pobre. Desde que nacen tienen que ver la miseria de cerca. Jugar en
calles de barro, donde corre por el centro las inmundicias de los barrios
altos. Convivir con esto le hace plantearse, aplicar todo su privilegiado
cerebro para salir de allí. Y sacar a los suyos, pero además acabar con esas
situaciones infrahumanas que existen en su ciudad, aún hoy en el siglo xx. El
desarrollo no ha llegado a todos sitios por igual y él lo sabe de cerca. Lo ha
vivido en sus carnes, ha visto como su madre enviudó pronto, tuvo que rehacer
su vida con su padre. Vivir de las miserias de los hacendados. Juróse que nunca
más permitiría eso en su ciudad.
Él rascaría de los libros
toda la sabiduría de los mayores genios, de ellos aprendería el cómo,
observaría a los mayores, analizaría a los poderosos, para aprender dónde
tienen su punto débil y poder vencerles con convencimiento. Idear una estrategia
que sin enfrentarse al elefante pueda hacerlo partícipe en su trabajo, y
repercutiera en el beneficio de todos. Estaba más que harto de ver y pasar
calamidades mientras otros tenían la tripa como barril de los de la bodega,
donde solía jugar al escondite. Mientras esperaba a ver si le encontraban, él
miraba los barriles y al salir, el señor Damián, parecía le iba a reventar
aquella impresionante barriga que portaba, siempre le restregaba: tú rufián,
serás más perro que tu padre, a ver si te cojo mozalbete, mala rata. A él se le
encendía los carrillos y se marchaba a casa llorando, dejando el juego para sus
amigos, no podía retraerse de pegarle dos pedradas a la masa de cebo
andante.
Pero una vez lo hizo y sus
padres le zurraron canela en rama, y lo humillaron obligándole a pedir perdón,
y soportar el cocotazo del cabronazo ese. Se juró a sí mismo que se las
pagaría.
Sus
padres le reconocieron la buena voluntad y el coraje pero no podían permitir
que escupiera en la mano que les daba de comer, si aquello era comer.
Por
dios, juro por dios que seré el más aplicado en la escuela, este tío me besará
los pies antes de que se muera y a mis padres.
Su
adolescencia estuvo marcada por buenas notas, las más altas del colegio. Cuando
tuvo que tomar la decisión de seguir estudiando para tomar una carrera, debió
de ingresar en el seminario. Un maestro que sabía cómo iba todo, y tenía
contactos influyentes en el obispado, le facilitó su ingreso y estancia. Su
contraprestación a cambio, no olvidar para qué entró allí. Para formarse, dejar
después los curas antes de la ordenación y no olvidarse nunca de dónde
salió.
Dedicar su inteligencia y el esfuerzo que todos
estaban haciendo con él. Para que la sinergia fuera en beneficio de los más
desfavorecidos de la sociedad. Así se lo juró a sí mismo. Así se lo hizo
prometer D. Matías, el maestro que le quería como el hijo que no tuvo. Le dio
todas su sabiduría y se jugó mucho en aquellos tiempos de privaciones para que
llegara lo más alto posible. Donde sus decisiones pudieran repercutir en la
mejoría de las clases más desprotegidas…
Que narrativa tan desgarradora sabiendo que esas situaciones aun continúan pero muchos no le temen al panzón del Sr. Damián y siguen el camino correcto y salen adelante triunfadores.
ResponderEliminarPero cuantos en lugar de buscar el lado positivo de una dolorosa situación se van por otros caminos equivocados, si, pero no conocieron nada mejor o no tuvieron padres o maestros que los guiaran, o les faltaba el suficiente talento para llegar. Conmovedora y triste que a estas alturas esas cosas estén sucediendo. Me gustó mucho excelente narrador de historias.
La cruda realidad deja en agua de borrajas el deslizar de la pluma lenta sobre la crueldad de los hombres, somos tristes marionetas de unos sueños trincados, bsts, Loly gracias, ;) :D
Eliminar