La Sal.
Diluida,
invisible, presente, escurridiza, preciada, fuente de conservación, rastro
visible dejas sobre piel que te posas.
Discurrimos
entre estrechos senderos, franqueados por enormes sombras provocadas por no
menos grandiosos árboles, a veces agradecemos su cobijo, otras, cuando la luz
del día desaparece su misma presencia, despierta los dragones que nos atenazan.
Insípida,
incolora, gris se torna la mañana, homicida de la noche, búsqueda sempiterna.
Un logro como el encuentro, el choque brutal del blanco y el negro. No se
mezclan, pero dejan huella en ambos interiores, penden del hilo inocente. Y se
armonizan.
Blanca
se convierte en luz cegadora sobre fondo de oscuridad arenoso. Dejando traza
diluida quimérico de anular.
Sabor
buscado, entre los sabores. Que probado jamás olvidado, peligrosa dicen unos,
deliciosa otros, conservadora de vida, alegradora de paladares. Pruébala y
sonreirás. Crea adicción. Sin ella no podrás después pasar, el doctor no probar
te dirá.
Sabio
aquel, tras observación, pruebas y muchos errores entendió. La luz del astro
rey, hará el trabajo de hacerla aparecer. Su único, que no fácil, ni baladí
encargo será conservar después de conseguida. En recipiente adecuado, libre de
humedades que le lastimen su alegría, que recuerde añore donde diluida sus
principios tenía. Volver a perderse en el diluido fluido, de donde la
separaron.
Hombre
completo no vive sin alimento. Fuente principal de sustento. Con chispa en su
alimento, mejor. Los doctos dirán, se puede pasar sin ella, y el cuerpo lo
agradecerá. Los amantes de la alegría dirán, qué es un cuerpo eterno, vivo como
roca que no siente, no paladea, no saborea un sublime bocado porque el docto,
que sólo supone, le diga o no, no, eso te hace daño. No pensó en el daño
horrendo de vivir sin sabor.
Los idealista contrapondrán,
si no lo descubres, no añorarás. Y les respondo, qué sabio se conforma con no
conocer. Qué querrá lograr ser el más ignorante, el más sabio desconocedor, ese
será su ascetismo?.
Camina
el mundo, desgasta zapatillas entre los hombres y saborea la chispa que portan.
Cuando la sal sazone tu alimento, comprenderás que es mejor morir de
hipertensión y feliz. Otros peligros nos tragamos durante la vida, y creemos
que esos son inevitables.
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