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martes, 11 de septiembre de 2012

El sabor infinito de la rosa damascena.


El sabor infinito de la rosa damascena.
Su dolencia no la dejaba vivir. Unos hormigas, pequeñas pero muy agresivas, me comen el sentido. Lloraba, lastimosamente, en su soledad. No quería alarmar a su amado, con dolencias sin importancia, seguro no estaba más que en su cabeza. Aprovechaba su ausencia para compadecerse de sí misma. Descansaba, retomaba fuerzas para mantener la teatralidad sufrida, que se imponía, en su presencia. No quería traspasarle su sufrimiento. Lo amaba tanto. Él no era culpable.
Él en cambio sentía todo su ser. Y como no podía ser de otra manera, su dolencia le estaba consumiendo en sus fueros internos. Tenía que encontrar un remedio para las dolencias de su amada. No podía seguir sumido en su impotencia. Enloquecería. Es demasiado duro ver sufrir a quien quieres, y no hacer nada, se decía.
Investigó por todos los medios, buscó a hechiceros, a sanadores, ninguno le daba solución clara. Que si se le pasará, que las mujeres son así, que aproveche los momentos sin dolor, egoístamente como todos los hombres somos, se decía. Esas son las respuestas, que me dan. Puro aprovechamiento de ella, después la cambias, tú no mereces sufrir. Pero él quería sufrir, por ella.
Acercósele una dama apoyada en un báculo. Hijo mi curiosidad peca a veces, pero no pude dejar de oír del mal que te aflige. La solución está en el aceite esencial, conseguido de las rosas de Alejandría. Si curar quieres a tu amada, consigue todas las rosas de Alejandría que puedas, me las traes y yo misma te prepararé el elixir.
El viaje es arduo, pero todo tiene un precio. Has de traspasar el gran estrecho que nos separa de nuestros hermanos, e ir a la Ciudad.
 En ella podrás encontrar los pétalos de rosas frescas, traes todas las que puedas cargar. Tú eres fuerte. No lo pensó siquiera, encontró en aquella anciana, los surcos que marcan el tiempo a medida que se logra la sabiduría eterna.
Doblado llegó de vuelta. La anciana, le dio por bienvenida, esperanzas renovadas. Nada ha de temer tu amada, teniendo el ángel de la guarda que tiene en ti.
Esta noche, cuando estéis solos, en vuestra alcoba. Le desnudas con todo el amor del mundo. Le untas todo su cuerpo con el aceite esencial, no escatimes, trajiste más de la que cargar podías, le sonrió. El lecho lo cubrirás con esos pétalos que te quedé ahí preparados. Si haces lo que te digo, vuestros problemas son historia.
Las velas iluminaban tenuemente la estancia. La fragancia de las rosas impregnaba el ambiente, parecían estar soñando. Ella comenzó a notar una sensación placentera. Sus hormigas iban ahuyentándose. Su cuerpo grácil se dejaba ungir por aquellas manos delicadas, mientras recorría todos los recovecos de su cuerpo. El éxtasis fue sublime.
Amado tengo un secreto que debo confesarte, dijo ella pensando contarle la existencia de sus dolores. No quería atarlo de por vida con su dolencia. Tengo que contarte algo antes de que sea demasiado tarde.
Le besó en los labios. El secreto no es tal. Y como has comprobado, es historia. No debemos de preocuparnos más de él. Cómo pensabas que no sentiría tus tormentos, si somos uno. Fue ella, quien interrumpió esta vez sus palabras con un fundido beso.

En este enlace podéis pinchar si queréis seguir la publicación de los textos del libro SALPICADURAS .
 Ya tenéis los cuatro primeros  relatos completos, pronto el quinto. MI SUEÑO...SE PIERDE EL TREN con las ilustraciones de José L. Martínez REBOTE.


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