He salido a la calle.
Aire,
necesitaba aire. Un rondar errabundo. Una compañía de alguien miserable, de
alguien necesitado. Necesitaba una conversación sincera. Sí, sincera. Porque
ellos no quieren nada, nada piden. Simplemente un rato. Una mano en su hombro.
No tienen nada y por ello valoran todo. La verdad ante todo. Nada tienen que
ocultar. Son repudiados por todos. Ellos lo saben y tienen los ojos y oídos más
abiertos que los demás. Son capaces de entender las miserias desde su interior.
Son la
escoria. Pero cuando te miran, ves en ellos a ángeles, seres inocentes que
beben la cicuta impuesta por una sociedad mucho más merecedora de ello.
Si
paras, le escuchas. Te cuentan el regreso al estadio anterior donde nuestros
ancestros vivían. La única preocupación era la subsistencia, la captación de
las necesidades primarias. El resto es observar la jungla. Una jungla de la que
formamos parte, todos. Mucho más peligrosa que la primigenia. En aquella los
depredadores se veían venir. En ésta el depredador se autodenomina tu amigo. Él
te venderá por unas minucias de plata antes que el alba despunte.
Los
turbados errantes, los desencantados, aún peores. No dejan desarrollar los
sueños a los que sonríen a la luz del sol. Son peores, pues creen hacer una
buena labor de caridad y les hace el trabajo a ellos. A los atrapadores de
sueños. Los pensamientos disociados son peligrosos para el orden establecido.
Los partidarios del buen orden, no quieren nuevas ideas. Quieren eliminar al
rebelde. No penséis ellos os lo dan pensado. No tengáis sueños, ellos os
facilitarán el maná con el sabor preferido.
Me jode
ver como nos alimentan con sabia envenenada, alienante y adormideras recetadas.
Desahuciamos a los que de verdad debiéramos encumbrar.
Al menos
sed lo suficiente valientes como para no entorpecer a los que deciden pelear
por cambiar esta putrefacta existencia.
Para
colonias bien organizadas ya están las abejas y las hormigas, o las termitas.
Nosotros nos denominamos hombres. El hombre. Somos una triste caricatura.
De nuevo
hemos creado a dios. Traicionamos por él. Desertamos por él. Matamos por él. No
nos dejemos manosear por una mano que nos obliga a hacer lo que ella desea.
No os
pido valentía para hacer. El miedo es libre en el subconsciente unipersonal y
manipulable. Pero sed valientes para al menos no entorpecer a los que tienen la
valentía de ser curiosos y soñar. Los sueños no deben de dejar de existir hasta
que se hacen realidad. No, que mueran porque los eliminemos.
Hoy he
salido a la calle, abrazo a la tristeza, porque he leído en mucho de vosotros,
que los sueños, sueños son. Y deben seguir perteneciendo al estadio onírico.
Hoy
puedo escribir sin disimular. Gracias a los de la calle por lo que me enseñan,
a los otros, bueno, a los otros valentía, para dejar hacer…
En este enlace podéis pinchar si queréis seguir la publicación de los textos del libro SALPICADURAS . Ya tenéis los cuatro primeros relatos completos, pronto el quinto. MI SUEÑO...SE PIERDE EL TREN con las ilustraciones de José L. Martínez REBOTE.
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