Vuelves…?
Nunca te fuiste, Lo sé.
Los
juncos vadeados por la brisa marina, junto a aquel mar. Síntomas inequívocos de
la belleza del amanecer. Pliegan sus inhiestos cuerpos cuan flexible pleitesía,
se postran a tu llegada, órdenes mías son. Ante ti, siempre. El que nunca se
fue.
Carreras
y bares, letras y chinas, amores y odios, trenes y triciclos, barcos y
discoverys, explotan en el cielo, arrogantes sin comprender tu ausencia,
reclaman al ignominioso enfrentamiento del Sí, pues hemos de surcar mares,
galeones y miles de trincheras quemadas tras el bosque protector, para
comprender que el portador es omnipresente, está cuando es invisible, está
cuando no se siente, en la distancia y los vericuetos nos devuelven. Botella
preñada de mensajes hacia un incierto receptor que la tomará y adecuada pose le
infringirá.
Vals a
medianoche, resaltos de calabazas, importancias donde no las hay, ratones que
se vuelven en potros alados cuando no son necesarios. Alarido rompiente en la
oscura tiniebla del olvido, acaecido en tu interior, desechas las espinas.
El pelo
se arremolina sobre tu rostro y me recuerda el paseo entre juncos, las gotas de
mar me recuerdan aquellas otras salitrosas que rasgaron tu tersa piel. Las negras
marcas de tu maquillaje resbaladizo recuerdan tu angosto pesar, y rememoran la
ciénaga del relegado transcurrir, tras una señal.
Un día
la línea roja recorre el poniente y te inspira la reparación del portador de la
Amistad. Y comprendes, no hay camino, no hay lodos que te puedan parar,
arremetes contra el viento y la marea, doblegas las velas, rompes las alas de
ángeles cíngaros e hipnotizadores durante lustros de la caída vertiginosa.
Tiendes
tus brazos y repletos de su recogimiento los sientes, emulsiones reencontradas,
destrezas reconocidas y grandezas guardadas en arcones arcaicos, miles de años
luz distantes.
Nuca se
fue, siempre estuvo cerca, mas no consideró arrimarse pues te vio sobrado, te
dice. Olvidemos, le contestas. No hemos de dejar pasar dificultad a quienes
queremos, ni un instante siquiera, quien piense que la sangre, enseña las
letras, que aprenda a vivir pues si no morirá sin morir.
Exculpemos
nuestros daños, culpemos a nuestros dueños, que los pasos son largos en este
camino tan corto, y lo andado no se puede desandar.
Por
ello, comprendí, que nunca te fuiste portador.