Soy
el que soy…Aunque te duela, reconocerlo.
El
caminante me hago llamar, tras un nombre de todos conocidos, sí el mismo, sin
tapujos, mas que algunos se empeñen en no reconocer sus errores. Yo, los
cometo, los afronto y enfrento las consecuencias.
En
derroteros, dejando correr mi vista sobre tu piel, sobre tus errores, los que
guardas en papel de celofán, entre luces de ornamentos, logros apropiados,
lagunas sembradas de nenúfares, de otro estanque, robados. Tú, eres el que
miente.
Luces,
no, no te gustan. Emplazas cortes como cercano de pirámides, sin comprender que
el tiempo de faraones terminó.
Aún
camello quizás logres ser, porteador de males mayores, porque tu chepa preñada
de inmundicias tienes, y lo sabes, que es peor, es lo que te atormenta, pena me
das.
Difícil
tienes la vuelta atrás, te lanzaste en bicicleta, cuesta abajo, sin frenos. Si
dejas de pedalear se desboca, cuan galope tendencioso, tu caballo a rayas
descontrolado, se te escapa.
Me
pregunto, que buena debe de, la plata, servir de protector estomacal, pues si
no, no se explica que no tengas úlceras con la mala leche que has de tener para
digerir las carretas llenas de aspavientos que tomas cada mañana, al verte
reflejado en el bruñido metal de tu báculo, pastor de borregos te ves. Máximo
logro al que podrás optar mientras no encuentres la forma de reconocerte y
hacerte Persona. Te miras y hueles tu fetidez.
Crees seguir vivo, mas
caminas tras nieve derretida, y comprendes que tu penar es morir en vida. En
cambio tendrás adoradores del vellocino, a tu rededor a miles, sedientos de las
migajas que les das como palomitas que giran y giran en círculos infinitos tras
un escopetazo que les indica una nueva carrera, suerte maestro y te cojan
confesado.
Entre
tanto yo seguiré caminando y disfrutando de la compañía de mi sombra,
maravillosa fiel compañera. Y observándote, no lo olvides. Aplaudiré tu
desplome.
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